Aprender a programar requiere mucho trabajo, estudio y constancia. Si miro atrás me doy cuenta que hace años me dedicaba a otra cosa y aunque de niño había hecho extraescolares de programación, de mayor apenas usaba la informática como usuario medio. Entonces… ¿Por qué aprender a programar?
Los inicios antes de programar
En 2011 vivía en Madrid y trabajaba en una empresa dedicada a la consultoría patrimonial. La vida en la capital era sociable y animada. Había muchísimas cosas por hacer: museos, teatros, bares y plazas abarrotadas. Conocer gente allí es fácil. Casi todo el mundo es de fuera. En poco tiempo puede hacer buenos amigos.
Y entonces llegó mayo, San Isidro y la explosión del 15M en la Puerta del Sol. Un movimiento ciudadano que tomó las calles de España para protestar contra la austeridad y las contradicciones del sistema político.
Aquel terremoto social me impactó y comencé a recorrer las calles fotografiando todo lo que estaba pasando. La cámara de fotos fue la excusa para acercarme y ver de qué iba aquello.
Mi primera web sin programar
Comencé a subir las fotos a Facebook y la gente las compartía y comentaba. Al ver el interés decidí hacer una página web de fotografía donde subir el material y añadir artículos de opinión. Aunque por aquel entonces todavía no había aprendido a programar sí era ducho en temas informáticos, supongo que como muchos milleannials hijos de internet y del «Do It Yourself».
Hoy día cualquiera puede montar sin problema un sitio web con un CMS tipo WordPress. No tiene mucha complicación si tienes paciencia y una conexión a internet.
Para la web de fotografía usé un CMS llamado Joomla. Lo instalé en un servidor «googleando» y con paciencia. Programar programé poco, ya que todo el trabajo consistió en instalar el CMS, estructuralo y «customizarlo», pero fue mi primer gran proyecto web. En relativo poco tiempo pude disponer de un sitio donde publicar el trabajo fotográfico.
En 2012 volví a Barcelona donde también había mucho que fotografiar y la web contaba ya con miles de visitas. Las fotografías que subí bajo licencia Creative Commons comenzaron a publicarse en medios digitales tanto nacionales como internacionales. Incluso comencé a recibir peticiones de colectivos que montaban manifestaciones para que las cubriera o de periodistas internacionales preguntándome por detalles de lo que estaba pasando.
Y todo sin gastar un duro en marketing y haciendo el mejor SEO posible: «ofrecer aquello que los usuarios quieren». En mi caso fotografías. Y sobretodo publicándolas rápido, poco después de ser tomadas.
Pero aquello requería tiempo y energía, tanto el tomar fotos como publicarlas, escribir artículos y mantener la web. Teniendo en cuenta que lo hacía en solitario, sin cobrar nada y además trabajaba 40h en una empresa que nada tenía que ver para poder pagar las facturas, puedo decir que hacía lo que podía.
Alguien programó la destrucción de mi web
Y entonces llegó el desastre. Diferentes ciberataques destruyeron mi web. Las estadísticas del servidor mostraban cientos de miles de intentos de acceso diarios al back-end. Cuando quise reaccionar ya era tarde. Todo se había perdido. No entraron a robar datos o para inyectar spam sino que fueron a destruir el sitio, sin pedir rescate, y no tenía respaldo. Las fotos sí que las tenía a salvo, pero el sitio web no.
Hoy hubiera implementado algunas medidas básicas que habrían repelido el ataque de fuerza bruta como una autentificación doble (o directamente haber cerrado el back-end por firewall). En cualquier caso los backups son imprescindibles para no perder la información en caso de desastre.
La moraleja de aquello fue entender que Internet es la selva. Bajo una capa superficial de información útil, redes divertidas y colores hexadecimales se encuentra un submundo de violencia digital y ataques constantes y automatizados, contados por millones cada segundo, con el objetivo de robar o de servir a intereses oscuros.
Pero no temáis, como dije, unas sencillas medidas de seguridad pueden protegeros en un 99,9%, aunque como los preservativos nunca te protegerán al 100%. La seguridad perfecta es teórica.
Estudiar informática fue la respuesta
Aquello me marcó, no entendía el cómo ni el por qué, y me sentía vulnerable. Entonces, al igual que un chaval se apunta a Karate después de recibir una paliza, yo comencé a estudiar informática para aprender a programar.
El siguiente paso fue ir aplicando poco a poco los conocimientos que iba adquieriendo en mi trabajo diario. Y ahí me di cuenta del verdadero potencial y ya intuía la respuesta a… ¿Por qué aprender a programar?
Como aquello cada vez se ponía más complejo e interesante decidí profundizar cursando estudios (un CFGS de desarrollo de aplicaciones y actualmente un Grado), así como montando equipos de developers y participando en muchos proyectos tecnológicos: hackathones, concursos, startups, proyectos personales, trabajos por encargo, etc.
¿Por qué aprender a programar? ¿Vale la pena el esfuerzo? Programar no es picar código. Requiere creatividad. Solucionar problemas. Transponer conceptos. Investigar caminos. Mezclar materias para crear sistemas como se mezclan colores para crear pinturas. Una aplicación puede cambiar la vida a muchísimas personas y hacerles sentir cosas extraordinarias.
Buenísimo el post. Un cordial saludo.